La frustrada guerra de Calderón contra el narcotráfico
La frustrada guerra de Calderón contra el narcotráfico
Prácticamente todos los días el presidente Felipe Calderón hace alguna alusión a su guerra contra el narcotráfico y la inseguridad pública. Dice que seguirá costando vidas y que utilizará todos los recursos del Estado disponibles para librar esta gesta, que no perderá la confrontación y que necesita del apoyo de todas y todos para ganar esta gran batalla. Acto seguido aparece un espot de la Presidencia de la República donde una tierna niña le regala su muñeca a un militar “porque la cuida”, a pesar de violar su derecho al libre tránsito.
Cuando pretendemos resolver algún problema, lo primero que hacemos es analizar el asunto en cuestión, intentamos detectar las causas que lo generan y visualizar los efectos que provoca. Cualquier estrategia que se digne de serlo, tenderá a tener dos caminos: el primero intentará incidir en las causas del problema; el segundo procurará atender los efectos del mismo. Nadie en su sano juicio atendería sólo los efectos del problema, ya que se condenaría a mantenerlo permanentemente, salvo que supiera que el asunto es irresoluble, al menos para quien pretende o debería plantear y ejecutar las soluciones.
Si aplicáramos estos principios a la estrategia planteada por Calderón, Ramírez Acuña (Segob) y Galván (Sedena), es muy probable que no pasen la prueba para plantear una estrategia digna contra el problema del narcotráfico y la inseguridad pública. A menos que, hubiera otros intereses y otros objetivos.
El problema del narcotráfico y la economía criminal en general no tiene causas únicas; y desde mi perspectiva hay por lo menos seis situaciones que juntas, provocan y dan como resultado este terrible y complejo problema. La primera de estas causas es el creciente proceso de empobrecimiento, marginación y exclusión que vive, por lo menos, la mitad de los mexicanos. Ante la falta de alternativas de vivir con cierta dignidad, nuestros connacionales no tienen más que tres opciones: migrar, quedarse en la extrema pobreza o incorporarse a la economía criminal; y parece que esta tercera opción aparece cada vez con mayor grado de viabilidad.
La segunda causa es la añeja crisis del mundo rural en México. El 25 por ciento de la población de nuestro país vive en el campo y son el segmento poblacional con menores posibilidades de desarrollo, a la que se suma una creciente crisis ambiental, que en algunos casos ha llegado a provocar la incapacidad de lograr siquiera el autosustento. Muchos saben de esta situación, pero poco o nada se hace el respecto. Esto genera que muchos agricultores tengan que incorporarse al primer eslabón de esta cadena criminal.
La tercera causa es la impunidad. En este país los que la hacen no la pagan. Guillermo Zepeda, notable investigador sobre estos temas, afirma que de cada 100 delitos en México, sólo siete terminan resueltos como es debido, el resto se pierde en el camino. No puede haber una estrategia de combate contra la delincuencia cuando el sistema de justicia está hecho pedazos y tiene ese bajísimo nivel de eficacia.
La cuarta causa es la rentabilidad de estos negocios. En México sólo hay tres formas de obtener cuantiosas cantidades de dinero de forma rápida: ser un empresario monopólico, ser parte de la clase política o incorporarse a la economía criminal. Esta situación representa una constante tentación a las autoridades para permitir o incorporarse al narcotráfico o cualquier otra forma de economía criminal o de ingresar a las tareas de lavado de dinero.
Esta causa nos vincula con la quinta causa, que es la penetración y la corrupción que ha hecho el narcotráfico en las instituciones del Estado y del gobierno. No se puede combatir la economía criminal cuando se es juez y parte. Una de las pocas cosas que ha logrado Felipe Calderón ha sido evidenciar la inmensa penetración del narcotráfico en políticos, policías y gobernantes de cualquier nivel. Estamos ante la penosa realidad de descubrir los narco-diputados, los narco-regidores, los narco-policías y hasta presuntos narco-gobernadores. Esta corrupción a lo único que nos puede llevar es a la simulación del combate a la economía criminal.
La sexta situación que ha favorecido la aparición del narcotráfico y la economía criminal y que le da ciertos matices, es la paulatina construcción de un entorno sociocultural cada vez más violento, plagado de una idea de miedo generalizado donde todos podemos ser presuntos delincuentes, y que es impulsado desde muchos medios masivos de comunicación, sobre todo los electrónicos. Esta construcción sociocultural se va concretando en la violencia común y va rompiendo el tejido social de las diversas localidades, donde los lazos de solidaridad se debilitan y las personas tienden a aislarse y ver al resto como sus “enemigos”.
Así pues, puestos estos seis ingredientes al mismo tiempo, lo que tenemos es una mezcla explosiva que está dando como uno de los principales efectos la extensión y el aumento del crimen organizado. Ahora bien, la pregunta es ¿Felipe Calderón está haciendo algo para combatir las seis causas estructurales anteriormente citadas? Tristemente la respuesta es no. Su estrategia se basa en paliar los efectos a partir de muchas balas, muchos operativos y mucho marketing. Todo esto a costa del respeto a los derechos humanos y además con poca efectividad, como lo vimos en su estado natal, Michoacán.
Sabiendo que la estrategia es errónea, ¿por qué se empeña en seguirla haciendo? Por lo menos pienso en dos razones: la primera es la expansión de políticas globales impulsadas por los gobiernos de Estados Unidos y la Gran Bretaña de lucha contra el terrorismo y la imposición del miedo a escala planetaria. Esta política está llevándonos a la militarización de la seguridad pública y el acotamiento de las libertades, es decir, es la necesidad del gobierno federal de responder a los intereses globales y del capital. La segunda razón es que las seis causas estructurales no tienen resolución, al menos desde este modelo global, y entonces se trata de paliar lo más posible sus peores efectos, sabiendo que no hay posibilidades de soluciones de fondo. Esta es la triste historia, en nuestras manos está cambiarla.
Conclusión.
En los últimos días como ciudadano de México nos damos cuenta del peligro que ha desatado la lucha contra la delincuencia, pero a pesar ello estos hechos demuestran que el sistema esta siendo efectivo, prueba de ello la respuesta con olas de violencia de parte de los narcotraficantes, estos hechos han sido de suma controversia ya que las personas optan con que paren estos asesinatos lo mas irónico es que para ellos parar, es ignorar las actividades de los delincuentes y ceder con esta batalla.
Creo que el proyecto que lleva el presidente Felipe Calderón no es en lo absoluto malo, la respuesta del pueblo no es la que esperaba supongo que debido al temor, se que seria en vano parar a estas alturas este movimiento, por que nadie va responder por las vidas que se pagaron.
Muriedas Torres Patricia 265
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